Alberto Wainer

Martin Amis: “Papá ¿de que clase somos?…De ninguna, estamos al margen de eso, somos la intellingentsia”

Se murió Martin Amis, aquel niño terrible de las letras británicas de finales del XX, que envejeció tan mal y tan rápido.
Al final, parecía satisfecho, libre por fin de toda maldita mala consciencia, disfrutando de haberle cerrado la boca al jovencito escandaloso que fue (*), el que jugaba a ser de izquierdas y recordaba la casa de su infancia como la “mansión fascista”
-un viaje similar al de su amigo Christopher Hitchens que, tras denunciar a Kissinger como criminal de guerra y pedir que fuera juzgado por la Corte Penal Internacional, se enamoró de Margaret Thatcher y celebró a Bush y a su invasión de Irak, y al de muchos otros de sus colegas de aquella época roja del New Statesman.
Eran, tal como los definió Terry Eagleton, hijos edípicos del establishment.
No quiso ser el hijo de Kingsley Amis, pero terminó pareciéndosele en lo peor, el antisemitismo del padre, finalmente, se correspondió con la islamofobia del hijo.
Guardo un recuerdo entrañable de “El libro de Rachel”, su primer intento, me recordaba esos retratos de pichón de artista a lo James Joyce o Dylan Thomas. Después fueron llegando “Dinero”, “Campos de Londres”, “La flecha del tiempo” y algunas otras promesas de un futuro gran escritor que, ni en “Tren nocturno”, la mejor de sus novelas, se me terminó de concretar.
…Y les juro que yo no esperaba ni a Virginia Woolf, ni a Joseph Conrad, ni a E.M. Forster, ni siquiera al Kingsley Amis de “Jim el afortunado”, me conformaba con “El loro de Flaubert” o “El sentido de un final” de Julian Barnes, o “Expiación” de Ian McEwan, sus socios de la generación dorada.
Leí, creo, todas o la gran mayoría de sus obras, incluido “El segundo avión”, un completísimo manual de racismo y xenofobia. Así, y sin que hiciera falta un Rodrigo Fresan para persuadirme, hasta “Desde adentro”, el que terminó siendo su último libro, en el que rechina, redunda y se autoafirma.
Fue entonces que me juré que el próximo no…

(*) Jovencito, escandaloso siguió siendo.
La foto es de los Amis, padre e hijo.

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