Alberto Wainer

Titirimundi

“El viejo mundo se muere.
El nuevo tarda en aparecer.
Y en ese claroscuro surgen los monstruos”

(Antonio Gramsci)

O podría ser
que los ojos hechos a la oscuridad
infieran y hasta distingan
una línea hipotética,
una divisoria de sombras y luces,
un claroscuro espurio.

Porque, como vemos,
la agonía del viejo mundo sucede
largamente,
y que después haya después
es apenas una conjetura
¿Quién sabe, me pregunto,
cuando algo es?
¿Quién, que ya no fue?
¿Quién, que alguna vez será
o que , como la mayoría de los hombres
y sus esperanzas,
no pasará por la tierra inadvertida?

Entonces
-una hipótesis plausible-
cuando el viejo mundo finalmente muera
será como dormir sin soñar
sin despertarse nunca.

Y el mundo recién venido
un viejo quebrado por el viaje
una ruina amnésica
y la línea entre las luces y las sombras
para sus ojos lagañosos,
Indiscernible.

Conclusión:
El claroscuro, la pausa
Podría referir, entonces,
a los gusanos de la muerte
ocupados en disponer una asepsia definitiva.

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