OCTUBRE
En el transcurso de este mes comenzaremos a revisar algunos títulos que, inspirados en grandes textos teatrales, por la genialidad de su traslación dramatúrgica (Friedrich Wilhelm Murnau, Akira Kurosawa) o, entre otras cualidades, por la extraordinaria personalidad de sus interpretes (Greta Garbo, Humprhey Bogart, Bette Davis) se han constituido, también, en clásicos del cine.
DOS VECES CLÁSICOS – 1
FAUSTO
(Faust, 1926)
Se trata de la última película que F.W. Murnau realizó en Alemania. Un año antes había versionado el “Tartufo” de Moliere” y la elección para la despedida del Fausto reafirma su declarada pasión por el teatro. Max Reinhardt, su maestro (en cuya compañía trabajó como actor y director) fue el director de teatro más importante de principios de siglo en Alemania y es difícil explicarse la exaltada creatividad del cine expresionista sin sus experimentos de luz, espacio y actuación. Esta versión, me parece, nos proporciona la idea más elocuente de toda esa teatralidad, más aún que las películas del propio Reinhadt. Hoy, frente a este impresionante alarde de dramaturgia, hablaríamos de intertextualidad: La historia no sólo se compone con el monumental texto de Goethe, en ella confluyen también Christopher Marlowe y el folklore alemán, esa Volkskunde que, en su momento, nutrió también la reforma del drama alemán de Richard Wagner.
El “Fausto” de Murnau nos permite, además, acercarnos a los más genuinos representantes de una de las más grandes escuelas de interpretación del siglo XX y, particularmente, a su estrella paradigmática, Emil Jannings, un actor de expresividad irrepetible a quien el público alemán amó por sus interpretaciones teatrales del Karl Moor de “Los bandidos” de Schiller o el rey Lear de Shakespeare, y a quien todos recordamos por filmes emblemáticos como “El ángel azul” o “La última carcajada”,
Título original: Faust
País: Alemania
Dirección: F.W. Murnau
Guión: Hans Kyser,
Con : Gösta Ekman, Emil Jannings , Camilla Horn , Frida Richard , Wilhelm Dieterle , Yvette Guilbert.
DOS VECES CLÁSICOS – 2
EL TRONO DE SANGRE
(Kumonosu Jo, 1957)
Estamos, me parece, ante la revisión cinematográfica más radical de la obra de Shakespeare y, sin duda, una de las que con más intensidad la exploran. Las otras podrían ser “Campanadas de Medianoche” de Orson Welles (que partía, entre otras fuentes, de las dos partes del Henry IV) y “Lady Macbeth en Siberia” de Andrzej Wajda. Las tres se acercan a Shakespeare en busca de una narrativa arquetípica, de un espejo existencial que les permita, más que hacer Shakespeare, reconocerse en su cosmovisión y, además, reconocer el propio tiempo histórico.
Kurosawa en su “Macbeth” se aleja, como ningún otro artista antes, de su insigne modelo, se apropia de la historia y, sobre todo, de su metafísica, y la ahorma en su cultura, lo que resulta de esta infidelidad es la confirmación de la universalidad y la vigencia del poeta. Citar a Jan Kott resulta, a estas alturas, una perogrullada inevitable: «Shakespeare es como el mundo o como la vida, cada época encuentra en él lo que busca y lo que quiere ver».
País: Japón
Dirección Akira Kurosawa
Guión Shinobu Hashimoto, Ryuzo Kikushima, Akira Kurosawa y Hideo Oguni
Música Masaru Sato
Con: Toshiro Mifune, Isuzu Yamada, Takashi Shimura, Akira Kubo, Hiroshi Tachikawa, MInoru Chiaki, Takamura Sasaki, Kokuten Kodo
DOS VECES CLÁSICOS – 3
LOS BAJOS FONDOS
(Donzoko, 1957)
“Los bajos fondos” de Máximo Gorky fue estrenada, con enorme resonancia artística, política y social, por el Teatro de Arte de Moscú el 18 de diciembre de 1902, la dirigieron Nemiróvich Dánchenko y Konstantin Stanislavski quien, además, asumió el personaje de Satín, el personaje en cuyos sermones (así los calificaba Chejov) se expresaba el significado político-social de la obra. Para estos artistas, y así lo expresa Stanislavski, la esencia espiritual de la obra reside en la premisa: “¡la libertad, cueste lo que cueste!” y, aunque en nombre de esa libertad, estos ex hombres bajen hasta el fondo de la vida y se conviertan en esclavos, su impulso inicial, de alguna manera, los redime y los dota de ese romanticismo al que, más allá de realismos y naturalismos, Stanislavski siempre permaneció fiel. Frente a ésta –sin duda la versión canónica – Kurosawa propone una mirada inmisericorde y logra una atmósfera claustrofóbica, opresiva que, de alguna manera remite al espectador a la experiencia del propio Gorki cuando, en 1896, asistió en la feria de Nizhny-Novgorod, a la proyección de los primeros cintas de los Lumiere: Ayer viajé al reino de las sombras. Es una región inconcebiblemente extraña, (…) La vida se reduce allí a una sombra, y el movimiento, a un fantasma silencioso. Es un espectáculo terrible. Y, sin embargo, no es un teatro de sombras.
En la secuencia inicial encontramos ya, significada, toda la perspectiva ideológica y existencial del genial e impenitente lector de Dostoievski: Desde una elevación arrojan, sobre los techos de ese inframundo al que descenderemos, basuras y deshechos: los vivos sepultan a sus muertos.
De “Los bajos fondos”, hay una versión francesa de 1936, “Les bas-fonds”, con Louis Jouvet y Jean Gavin, dirigida por Jean Renoir, que nos gustaría revisar en este ciclo.
País: Japón
Dirección:Akira Kurosawa
Guión: Akira Kurosawa, Hideo Oguni,
Fotografía: Kazuo Yamasaki
Música: Masaru Sato
Con: Toshirô Mifune, Kyôko Kagawa, Minoru Chiaki, Kamatari Fujiwara Ganjiro Nakamura, Isuzu Yamada y Akemi Negishi
DOS VECES CLÁSICOS – 4
ANNA CHRISTIE (1930)
Eugene O`Neill es, sin duda el fundador del drama moderno en los EE.UU. Su asociación, en 1915, con los Provincetown Players (una compañía experimental de Massachusetts) data un proceso único de incorporación de ideas, estéticas y tradiciones (desde la tragedia griega al psicoanálisis, pasando por el naturalismo finisecular, el simbolismo, el expresionismo, etc.) y de ajuste de las mismas a la propia idiosincrasia. De estas transculturizaciónes (y obviamente también de la circunstancias que, tras la primera guerra,, impusieron a Norteamérica como potencia hegemónica mundial) resulta la paradoja de un país que arribó a la segunda década del siglo XX sin tradición teatral propia y que, luego, para bien y para mal, fue universalmente determinante, y no solo en la escritura, también en los sistemas de actuación, producción, etc. “Anna Christie” estrenada en 1922 conoció, apenas un año después, su primera traslación al cine, la dirigió John Griffith Wray y sus protagonistas fueron dos grandes estrellas del cine mudo: Blanche Sweet y William Russell. La versión de 1930, la que les ofrecemos, tiene una historia singular: se aprovecharon sus decorados para realizar, simultáneamente, una adaptación alemana. La protagonizaba también Greta Gabo, pero sus compañeros de reparto eran Theo Shall, Hans Junkermann y Salka Steuermann y la dirigía el gran Jacques Feyder.
País: USA
Dirección: Clarence Brown
Adaptación: Frances Marion
Con: Greta Garbo, Charles Bickford, George F. Marion, Marie Dressler, James T. Mack y Lee Phelps
DOS VECES CLÁSICOS – 5
EL BOSQUE PETRIFICADO
(The Petrified Forest, 1936)
Entre Eugene O`Neill y Williams, Miller, Albee o (si se tiene un criterio amplio) Neil Simon, parece no haber existido nadie en la dramaturgia norteamericana. Conocer a Clifford Odets, Thorton Wilder o William Inge implica cierta especialización. De quienes fueron moda en los 60 (Jack Gelber, Murray Schisgal, Van Itallie, Megan Terry, Arthur Kopit, etc.) ya nadie se acuerda. El salto, desde los ungidos por los íconos “del método”, a David Mamet o Sam Shephard es tan dilatado y profundo que da vértigo. Elmer Rice, el autor de piezas esenciales como “Escenas de la calle” o “La máquina de sumar”, ya lo advertía en su ensayo “El teatro vivo” (ed. Losada, 1962), cuando advertía la desaparición de la memoria de un grupo especializado (estudiosos de dramática de la Universidad de New York) de nombres como Maxwell Anderson, Lillian Hellman, S. N. Behrman, George Kaufman, William Saroyan, y este Robert E. Sherwood, a quien hoy invitamos a revisar. “Nada tiene tanto éxito como el éxito” es la conclusión de Rice, lo que, sobre todo en el sistema del “Show business, es una verdad clamorosa pero también provisoria. La lista de “los olvidados” está compuesta por los exitosos de pocos años atrás, y a la de “los triunfadores” los aguarda, con algunas (muy pocas) excepciones, un olvido igualmente elocuente. “El Bosque Petrificado” fue en su momento una obra de Broadway de extraordinario éxito. Su relectura nos enfrenta a un gran texto dramático, pocas veces el teatro norteamericano fue tan explícitamente metafísico. Hoy sobrevive como “ese clásico del cine” que, afirmado en el prestigio de Leslie Howard, sirvió para reencauzar la carrera de Humphrey Bogart y confirmar a Bette Davis como una actriz completa.
País: USA
Director: Archie Mayo
Guión: Robert E. Sherwood, Delmer Daves y Charles Kenyon.
Con: Leslie Howard, Bette Davis, Genevieve Tobin, Dick Foran, Humphrey Bogart, Joe Sawyer, Porter Hall, Charley Grapewin, Paul Harvey, Eddie Acuff, Adrian Morris, Nina Campana, Slim Thompson, John Alexander