Y durante su agonía Tycho Brahe repetía obsesivamente: “Ne frusta vixisse”, que nadie piense que viví sin senntido.
Ya pasaron
ya son memoria
la inmensa mayoría
de los puentes,
y la lágrima azul
más intensa que inmensa
antes de ser olvido
brilla como una nova.
El pasado
-país extranjero
en el que Ulises
se olvidó de la patria-
y ella
la osa, la maga
-único amor únicas ceremonias-
es el don
la llave de las cosas
entre las cosas,
sobre las mismas cosas,
hecha con fragmentos de cosas,
del sentido de cosas
que son o no.
Ya no.
O creímos
y nunca fueron,
o fueron invisibles
e inasibles
como las mil historias
y sus reflejos
en las mil noches
y una única noche
que podría ser ésta,
descifrada
entre
líneas tortuosas
o derechas
como la escritura
de dios,
convocada
por nuestra
incoincidencia
en el tiempo y el espacio
de la osera
-el territorio protector
la cueva mítica-
al viejo resplandor,
a la benigna música,
a la dulce rutina,
a la persistente pasión,
al amor obstinado,
y su enigmático
espiral sin huellas.
(De “Únicas ceremonias” – Buenos Aires, Mayo 2003;
Ed. Ciclo de poetas del 60 gobBsAs)