Roberto Díaz, Poeta.

En la noche del martes último (6/08/11) , falleció víctima de un paro cardiorespiratorio, nuestro compañero, el inolvidable poeta Roberto Díaz. Me interesa, en su homenaje, publicar el texto con el que saludé la presentación de su primer poemario, “Epitafio del Gris” (1966)

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Reencuentro de algunos ex integrantes del grupo de poesía El Pan Duro (Hugo Ditaranto, Roberto Diaz, Luis Navalesi y Alberto Wainer, en ocasión de la presentación del libro “La Verdad sobre El Pan Duro” de Héctor Negro, en diciembre de 2007.

“EPITAFIO DEL GRIS” DE ROBERTO DIAZ
(Año 1966)
Texto leído en la presentación del libro, en el Teatro de la Fábula
Me toca a mí, en nombre de los que durante un tiempo más intenso que extenso integramos “El Pan duro”, presentarles este Epitafio del Gris, primera voz de un poeta en el que intuimos un riquísimo universo de imágenes, ritmos y sentidos que, estamos seguros, se irá dimensionando en el tiempo.
Y ahora que entendemos que “El Pan duro” ya cumplió su ciclo, que prolongarlo sería desvirtuar su espontaneidad, su razón de ser por necesidad, este libro nos reafirma en la idea de que valió la pena, que teníamos razones históricas y estéticas para existir como grupo.
Hoy no voy a intentar, por supuesto, la crítica del libro, hoy solo quiero decirle a Roberto lo que me ocurrió a mí con su poesía, lo que, más allá de nuestras diferencias de criterios y sensibilidades, nos pasó a todos nosotros, los que nos comprometimos a darla a conocer. Lo que la poesía de un joven poeta conmovió, despertó, en otros jóvenes, poetas como él, e inmersos, a su lado, en esta realidad cada vez más compleja, motivadora,
Pienso que Epitafio del gris es poesía lucidamente desgarrada, experencial y, de alguna manera, cruel. Pero con esa calidad de crueldad necesaria, desmitificadora, que afecta en principio a quien la ejerce y asume al otro en su ejercicio No encontramos en ella conformidad con el mundo y con la gente, encontramos al mundo y a la gente desde una poética (una conciencia) identificable en esa segunda acepción del “yo” que Eluard le proponía a Claude Roy: Hay el yo personal, privado, de Musset y Verlaine, y el yo objetivo de Lautremont, que sirve para decir nosotros, es el yo de todos.
Esa percepción, esa vivencia enraizada, solidaria, no extranjera de la realidad, origina un reconocimiento doloroso, una obstinada resistencia a la asimilación, una exigencia de lucidez que, superficialmente, puede ser leída como pesimismo pero que es, en lo profundo, un rechazo radical al optimismo burocrático, a la perspectiva impuesta, unívoca, global, a las estrategias de la mala conciencia (la corrección moral, estética, política, entre ellas), porque la realidad -ese magma objetivo, subjetivo, físico, espiritual, lleno de lógica y de absurdo que contiene y confunde al mundo y al poeta y en el que este se busca a si mismo a la vez que descubre las imágenes del mundo en sí mismo- es siempre mucho más compleja y por eso más rica y por eso más gozosa y por eso más terrible que sus estereotípos ideológicos.
De ahí la amplitud de juicio, mejor expresado: la ausencia de prejuicio, que exige Díaz a su lector, antagónico y complementario. Sólo ama el que odia; sobre esta dialéctica se funda su poética y, además, los términos de aquello que Díaz ama y de lo que odia no se encuentran confortablemente compartimentados, se yuxtaponen, e indiferencian y suceden en el corazón de las misma personas, ideas o circunstancia que son objeto de nuestro amor y, por esta dialéctica, inexorablemente también de nuestro odio.
Porque el destino de ese conflicto de sentidos que sin embargo se contienen es, definitivamente, el hombre. Capaz de toda grandeza y de toda miseria, hacedor y traidor, Adán de la desmesura existencial, de la trasgresión y, también, de las sumisiones más abyectas, de la grisura perfecta. Claro que no hay en esta mirada ninguna abstracción sobre “el género humano”; nada de humanismo idealista ni de idealización para su sujeto-objeto histórico, tampoco de populismo: si su criatura es hecho miserable, la miseria no lo ennoblece, lo convierte en canalla.
¿No podría, acaso, bajo las líneas de poemas como En el colectivo, Tío José, Jerárquico, Gris, Regreso, etc., inscribirse como en un pentagrama, como un todo continuo, la invocación, la súplica, la orden epifánica de Maldoror: ¡Muestra tu esencia divina que hasta ahora has escondido!
¿No es esa la calidad de humanismo que le cabe a sus peripecias, imágenes, atmósferas y sentidos?
También hay caos en “Epitafio del gris”, contradicción y hasta algún poema injusto. Son los riesgos de una participación apasionada, sin reservas, No hay inocencia en la frase de Huidobro que Díaz elige como premisa para su poemario: Sin duda alguna hay muertos que es necesario matar.

2 comentarios on "Roberto Díaz, Poeta."


  1. LAMENTO MUCHO SU PARTIDA, AFORTUNADAMENTE COMPARTÍ LA PRESENTACIÓN DE SU LIBRO “UN HURÓN EN LAS CALLES”, FUE AMIGO DE MI MARIDO, EL COMPOSITOR ROLANDO MAÑANES. ESTARÁN CHARLANDO.


  2. Nooo, no lo puedo creer por Dios!!, sinceramente me angustia mucho su partida, dado que he perdido todo tipo de contacto con él desde el año 2002 más o menos, realmente fue para mí todo un talentoso y una gran fuente de inspiración, junto a Borges y Girondo, él, era y fue un grande de la literatura argentina, lamento muchísimo su pérdida tanto como poeta y persona, ya que gozaba de una enorme humildad, esa, que sólo tienen los grandes como él. Pensar que durante mucho tiempo quise compartir con él una poesía que escribí en su honor, la cual lleva el mismo nombre de un trabajo suyo, y bueno, si Dios lo quiso así, así será. Q.E.P.D. Se fue en Secretísimo.

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