Entonces vuelvo a mirarte sorprendido

Podría inventase una metáfora

¿Con el destello de esa luz indecible

que precede un segundo al despertar del día?

¿Con la música azul de la noche

que provoca el palpitar de los astros?

 

No

no le sirven de espejo,

tampoco el arco perfecto que dibuja el pájaro,

la profunda pausa del mar

antes de explosionar contra el acantilado,

la dulce canción de la llovizna del verano,

la más pura idealidad de la belleza.

 

No le sirven de espejo

los espejos.

Ella es la sola imagen de sí misma,

la única palabra en la que Ella

se refleja.

Y en mis ojos sorprendidos,

de los que no hay manera de borrarla.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.