Que el sol de la escena queme tu pálido rostro

“El teatro necesita que los personajes que aparezcan en escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos”.
Así Alberto Wainer, autor de este gran tributo a Federico García Lorca se dispuso a conmover a toda la platea y lo consiguió. A través de un espectáculo modesto desde los elementos, pero intenso y contundente desde la presencia escénica y las soberbias interpretaciones de un elenco de mujeres que cortan las respiración.
El silencio de la sala se ameniza y profundiza con la guitarra de Héctor Romero, la percusión de la mano de Pablo Alexander y la voz de Francisco Pesqueira; la música acompaña todo el recorrido de la obra, impregnando de dramatismo un clima muy bien logrado.
Jorge Azurmendi, dirige la obra con una agudeza e histrionismo que no se ve, pero se percibe. El homenaje está organizado a través de un narrador (Carlo Argento) que introduce al público en ciertas escenas de la carrera de Lorca, como Yerma, Rosita la soltera, Anda Jaleo y La casa de Bernarda Alba. Cada escena, cada extracto de las obras consigue un inmenso dramatismo logrando así un Lorca auténtico, trágico, dramático. Un Lorca a carne viva, un Lorca que eriza la piel.
Cabe destacar las memorables interpretaciones de estas actrices Ana María Castel, Livia Fernán, Maia Francia, Anahí Martella y Viviana Suraniti. Ellas conmueven a la platea hasta las lágrimas en un homenaje que nadie debería dejar de ver, para emocionarse y conocer más de cerca el universo de Lorca, uno tan intenso como global. Un verdadero clásico.
Por Carina Polo (Teatro A News, 1914)

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